El
álbum es tan alucinante y retorcido como la obra de arte icónico que
adorna la portada del tercer LP de Bowie. Un álbum que llegaría a
convertirse en uno de sus mejores logros.
Las
nueve pistas retorcidas que se ofrecen están plagados de
coqueteos con la locura, provocados por la influencia de Nietzsche, y las
cuestiones familiares de Bowie, incluyendo las visitas de su medio-hermano mentalmente deteriorado y la reciente muerte de su padre.